Optimismo realista. Interacción entre optimismo y pesimismo
Optimismo: propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable.
Dolor: sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior. Sentimiento de pena y congoja.
Partimos de las definiciones de la RAE como introducción para plantear si la actitud de cara, ya no sólo a la enfermedad sino también a la vida en general, puede verse influida por el talante que adoptemos en cada una de las circunstancias en las que nos vemos involucrados.
Autores diversos, desde Tomás de Aquino al propio Victor Frankl (padre de la logoterapia), pasando por Freud, han afirmado que el ser humano se aleja de lo doloroso de forma natural (Tomás de Aquino), tiende al tanatos o a la ausencia de dolor y la paz total (Más allá del placer. S. Freud) y al mismo tiempo elige su disposición de cara a rendirse ante los acontecimientos o a luchar contra ellos (El hombre en busca de sentido. V. Frankl).
Optimismo contra pesimismo
Otra dicotomía interesante: optimismo vs pesimismo (propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable). Esta bipolaridad encierra dos tipos de actitudes directamente relacionadas con cada polo de la dimensión. El pesimismo implica actitudes de clausura. La persona evalúa las dificultades como una amenaza sin solución posible, centrando su visión en la dificultad. Para el optimismo, las actitudes son de apertura, características de quienes se enfrentan a los contratiempos como problemas a solucionar, no dedicando tiempo a lamentarse, sino a buscar la solución.
Después de ésto, ¿dónde nos situamos cada uno de nosotros?… el hecho de situarse en uno u otro extremo de la dimensión, acarrea ventajas e inconvenientes. Ser optimista es bueno para nuestra autoestima pero puede hacernos ignorar los verdaderos problemas (Corbis). Hasta hace poco tiempo, el pesimismo se equiparaba con el realismo, lo cual parece que preparaba a estos individuos para anticiparse a futuras desgracias. Al mismo tiempo, ser pesimista implica interpretar la realidad desde la perspectiva más negativa. Ésto garantiza el sufrimiento e impide aportar soluciones contractivas a los problemas. Por tanto, ¿hacia dónde orientarse? La respuesta es el optimismo realista.
Optimismo realista
El optimismo realista aúna las ventajas de ambas concepciones. Es un concepto fácil de explicar y en muchas ocasiones, difícil de aplicar. Consiste en aceptar las cosas tal como han ocurrido, aceptando y viviendo también los sentimientos que eso nos produzca, pero manteniendo siempre el foco en encontrar una solución cuando lo que ha ocurrido no nos gusta y nos provoca sentimientos desagradables.
Según el estudio publicado por Sophia Chau, de la Universidad Nacional de Taiwán, una figura, la del optimista realista, reúne las principales ventajas de unos y otros (optimistas y pesimistas) y apenas se ve perjudicado por ninguno de sus defectos. Su optimismo les permite afrontar los retos con buena cara, pensando que van a ser capaces de salir adelante aunque el reto sea duro y su realismo les permite ser precavidos ante esos posibles problemas que puedan surgir en su camino. En resumidas cuentas, el optimismo es una importante herramienta de motivación y el realismo, de prevención.
Las conclusiones del estudio de S. Chau demuestran que el optimismo y el realismo no son incompatibles, sino obligadamente compatibles. Que los optimistas tienen una mayor capacidad de autocontrol y de manejo de sus relaciones personales. Los optimistas realistas no tenían ninguna de las características negativas asociadas con el pesimismo. Mantienen unos niveles de felicidad similares a los optimistas y suelen sufrir menos problemas de salud.
Actitud optimista
Algunas recomendaciones para adoptar una actitud optimista realista.
-
Dudar de los pensamientos cuando son exclusivamente negativos. Intentemos buscar algo positivo o, al menos, procuremos relativizar su gravedad.
-
Si nos encontramos bloqueados ante una situación, no intentemos buscar una solución de forma inmediata. Debemos pararnos, reflexionar y buscar alternativas.
-
Realicemos, con cierta frecuencia, registros de todo aquello que consideramos positivo en nuestras vidas.
-
Seamos receptivos hacia quienes nos demuestran su afecto y nos valoran y aceptan tal y como somos.
-
Utilicemos pensamientos constructivos (“quiero”, “puedo”), desechando aquellos que nos dificultan el logro de los objetivos (“soy así y ya no puedo cambiar”).
-
Aceptemos nuestros errores. Errar es parte del proceso del aprendizaje y, por tanto, del posible éxito.
-
Afrontar las dificultades como una ocasión para fortalecernos.