Marta García Lorenzo
Terapeuta Ocupacional de Vitalia Sevilla, Centro colaborador del Hospital Victoria Eugenia
La prevención es muy importante para lograr el mantenimiento adecuado de las diferentes funciones superiores, como la memoria, el lenguaje o la capacidad de cálculo, entre otras.
A medida que envejecemos, nuestro organismo se ve expuesto a modificaciones en las diferentes estructuras: la piel pierde elasticidad, se vuelve más frágil y aparecen las temidas arrugas; el pelo también se vuelve más frágil, se cae y aparecen las canas; los huesos y la musculatura se debilitan y, en ocasiones, dan lugar a enfermedades como la osteoporosis.
Estos cambios son algunos de los más significativos de la vejez, evidentes para cualquiera de nosotros. Sin embargo, a nivel mental también se producen cambios a medida que pasan los años, los cuales quizá no son tan evidentes o no se les da la importancia que tienen ni se les presta la atención necesaria hasta que existen alteraciones que provocan en las personas mayores modificaciones significativas en su día a día. De hecho, seguro que todos alguna vez hemos pronunciado o hemos escuchado en nuestro entorno frases como “mi madre/padre está muy bien, solo que a veces se le va un poco la cabeza, pero eso es normal para la edad que tiene” o “yo para qué me voy a apuntar a un taller de memoria si yo tengo la cabeza muy bien todavía”. Pues esta forma de pensar es errónea y algo que debemos evitar si queremos envejecer de una forma saludable.
El hecho de considerar los pequeños fallos de memoria de una persona como “algo normal” dada la edad de la misma o creer que es necesario tener diagnosticada una enfermedad neurológica para ocuparse de estimular su mente (además de su cuerpo) es un pensamiento generalizado en la mayoría de la población.
No es necesario tener diagnosticada una demencia como el Alzheimer para preocuparnos por estimular el área cognitiva. La prevención es muy importante para lograr el mantenimiento adecuado de las diferentes funciones superiores, como la memoria, el lenguaje o la capacidad de cálculo, entre otras.
Pero, ¿cuándo debemos preocuparnos y dejar de considerar esos “pequeños fallos de memoria” como algo normal?…
Pues cuando se ve afectada la autonomía de la persona para llevar a cabo sus actividades cotidianas: tiene dificultades para vestirse adecuadamente (por ejemplo, utilizando ropa inapropiada o colocada de manera incorrecta), tiene dificultades para desarrollar tareas como cocinar o conducir (siempre y cuando estas tareas las llevara a cabo con normalidad y de manera habitual previamente), no es capaz de deambular con autonomía por la calle por recorridos habituales, se pierde, etc, pudiéndose observar también cambios a nivel conductual (por ejemplo, la persona se vuelve más irascible o presenta una conducta más desinhibida).
Centros de Día para el cuidado de ancianos
A menudo, en los centros de día nos enfrentamos a situaciones de este tipo en las que la familia acude a nosotros para saber qué podemos hacer por ellos para mejorar su calidad de vida. Es muy importante ofrecer diferentes tipos de tratamientos de carácter no sólo rehabilitador, sino también preventivo y de mantenimiento para actuar antes de que las alteraciones aparezcan o retardar los efectos que estas alteraciones pueden llegar a provocar en su vida diaria: programas de estimulación cognitiva individualizados, programa de musicoterapia, talleres de memoria, programa de psicomotricidad y esquema corporal, talleres de alfabetización para mayores, programa de autonomía en las actividades de la vida diaria…Este tratamiento debe ser personalizado y adaptado a las necesidades de cada persona, para lograr como fin último el bienestar del enfermo y de sus familias.