Preguntas Frecuentes

La primera infancia constituye un periodo trascendental, caracterizado por un rápido desarrollo de las estructuras fisiológicas y psicológicas. Desde este punto de vista, cualquier compromiso o anomalía de las capacidades madurativas de un niño debe ser compensada lo más pronto posible, a fin de evitar limitaciones en su posterior desarrollo. Por lo cual, todo niño/a que presente alguna discapacidad, o esté en una situación de riesgo de alteración de su desarrollo, es aconsejable que sea derivado a un programa de AT con el fin de promover, facilitar o potenciar la evolución de todas las posibilidades de desarrollo.

El tiempo necesario de intervención vendrá determinado tanto por la edad del niño/a como por el tipo de alteración que manifieste. De forma general, los niños que presentan un discapacidad establecida, se pueden beneficiar de los programas de AT los seis primeros años de su vida, aunque en algunas comunidades autónomas esta atención se restringe al rango de 0-3 ó 0-4 años.

Los niños que manifiestan una situación de riesgo o de mayor vulnerabilidad en el desarrollo, provocada por cualquier condición física o ambiental, serán dados de alta cuando se observe que el niño/a evoluciona de forma normalizada.

Si su hijo/a tiene una deficiencia establecida, por ejemplo, de tipo cromosómica, neurológica, sensorial, etc, el tratamiento de AT no podrá hacer que desaparezca. Lo que si podrá hacer la AT es contribuir a reducir los efectos que esta deficiencia produce sobre el conjunto global del desarrollo. Para ello, se programan medidas que permitan responder a las necesidades específicas que presenta el niño/a, evitando, o al menos reduciendo los efectos producidos por este trastorno.

De igual forma, si su hijo/a no tiene deficiencia alguna, aunque si está en una situación de mayor vulnerabilidad por riesgo biológico o ambiental, la AT podrá posibilitar, o al menos ayudar a la optimización y normalización del curso del desarrollo.

Si su hijo/a presenta alguna deficiencia documentada y diagnosticada, es muy probable que desde el principio podamos determinar y anticipar en alguna medida, un hipotético pronóstico de futuro. Si por el contrario, no hay diagnóstico definido, o nos encontramos ante una simple situación de riesgo, tendremos que esperar al menos hasta que el niño/a cumpla los doce meses para anticipar algún pronóstico. En ocasiones, cuando hay una indefinición tanto del diagnóstico como del curso del desarrollo, es más prudente esperar hasta los dos e incluso tres años para asegurarnos el no cometer errores de pronóstico.

La elección de los profesionales que atenderán a su hijo/a vendrá determinada fundamentalmente por la edad del niño/a y el tipo de alteración que presente. En general los equipos de AT cuentan con profesionales de diferentes especialidades con el fin de dar respuesta a las peculiares necesidades que se puedan plantear. Los equipos suelen contar con diferentes profesionales de diferentes disciplinas: médicos, psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, logopedas, psicomotricistas, estimuladores…

La elección de la intensidad del tratamiento dependerá fundamentalmente del análisis pormenorizado de las necesidades individuales del niño/a, teniendo también en cuenta la edad del niño/a y las expectativas familiares. De todas formas, cabe señalar que la intensidad de las intervenciones (mayor o menor número de sesiones), es una variable que influye de forma relativa sobre la eficacia del programa de intervención. A mayor estimulación de calidad mayores resultados.

En la actualidad, ya nadie pone en duda el extraordinario protagonismo de la familia como elemento determinante en el éxito y eficacia de un programa de AT. Por todo ello, los planes de intervención suelen incorporar en sus objetivos, el establecimiento y facilitación de los cauces necesarios de colaboración y apoyo entre padres y profesionales. Partiendo de esta concepción, a la familia ya no sólo se le pide implicarse y colaborar en el programa sino que también se le solicita participar en la determinación de necesidades e incluso en la toma de decisiones sobre las medidas más adecuadas del plan de intervención.

La primera infancia constituye un periodo trascendental, caracterizado por un rápido desarrollo de las estructuras fisiológicas y psicológicas. Desde este punto de vista, cualquier compromiso o anomalía de las capacidades madurativas de un niño/a debe ser compensada lo más pronto posible, a fin de evitar limitaciones en su posterior desarrollo.

Todo niño/a que haya nacido con prematuridad, especialmente si pertenece al grupo de los grandes prematuros, presenta unas condiciones de mayor vulnerabilidad que los recién nacidos a término para conseguir un desarrollo normalizado. Por todo ello, es aconsejable que sea derivado a un programa de Atención Temprana con el fin de promover, facilitar o potenciar la evolución de todas las posibilidades madurativas.